La primavera ha llegado a Sevilla. Sol, calorcito, terrazas llenas, gente paseando… Y música. Esta es una crónica en la Alameda de Hércules, un día entresemana, donde el tiempo transcurre despacio.
Testigo directo: Fernando Chacón
Me he echado a la calle con el portátil para trabajar, aprovechando esta primavera adelantada en Sevilla. Más de 25 grados y el sol diciendo, aquí estoy yo.
En este bulevar moderno, alternativo, independiente, vivo, que es la Alameda de Hércules, me encuentro. En una de las cafeterías que miran a dos de las vetustas columnas que abren el paseo.
Un trasiego incesante de gente. Jóvenes, pequeños, mayores… Bicicletas por doquier. Y manga corta. El ambiente lo dice alto y claro. Y aquí en Sevilla, la gente se tira literalmente a la calle. Para gozarla.
No hay duda, la primavera ha llegado a Sevilla. Y eso es sinónimo de vida, alegría, pasión y olor a azahar. La puerta a una estación deseada por los sevillanos, extranjeros, visitantes y no tanto por los alérgicos.
Qué difícil es concentrarse aquí. El tiempo se detiene. Me he tomado ya una tónica fría con su limóncito y acabo de dar cuenta de un descafeinado.
Quería subir un contenido nuevo a la revista. Una exposición que se inaugura pronto. Pero, de repente, ha sonado una guitarra fuera.
Esos sonidos han interrumpido mi concentración y me han hecho salir fuera de la cafetería.
Desde la cristalera, lo observo todo. Pero he preferido levantarme y echar un ojo. He observado al típico guiri, con camisa de cuadros roja, vaqueros desgastados grises, pelo corto y gafas de sol. Y una guitarra, color negro.
Diría que es anglosajón, norteamericano o canadiense. Podría haberle preguntado, pero me quedé absorto.
Un músico de esos que se buscan las vidas por las calles de esta ciudad. Que te hacen vibrar en medio de la Tetuán o Sierpes… Sevilla y la primavera.
Le he echado algunas fotos. Aunque lo importante es estar aquí; vivir y saborear el momento.
Mientras escribo esto, suena una música melodiosa en el interior de la cafetería y el inconfundible ruido típico de la máquina de café
Observo la vida y la gente pasar. Los periodistas contamos historias. Bendita profesión, tan castigada…
Antes de escribir esto, me había sentado fuera en la terraza de la calle, al sol. Porque me gusta sentir ese calor en la cara y los brazos.
Como una persona normal. Anónimo que desea estar consigo mismo y disfrutar de ese instante. Y celebrar que, por fin, la primavera llegó.
Fotos: Las 2 sevillas