Luis Felipe Blasco Vilches escribe un texto en el que narra el momento en que Miguel de Cervantes Saavedra es encarcelado en la Cárcel Real de Sevilla, donde comienza a escribir la obra cumbre de la literatura española y universal: Don Quijote de La Mancha. Representado en el Teatro Lope de Vega el 11 y 12 de marzo de 2016.
Pocos deben ser los que no sepan que el máximo exponente de la literatura española estuvo preso en Sevilla, en los albores del Siglo de Oro español. Hay un busto en la calle Entrecárceles que lo recuerda. Sin embargo, probablemente, pocos sean los que conozcan las causas por las que Miguel de Cervantes Saavedra fuera encarcelado. Y es que Cervantes trabajaba como recaudador de impuestos. Una profesión con riesgos y con tentaciones… Los siglos pasan y nada cambia. Aquel Cervantes iba casa por casa en busca de fondos que servían para financiar las guerras en las que estaba inmiscuida una España que, por entonces, era una potencia mundial. Ver para creer…
Durante su presidio, Cervantes coincide con otro preso, Diego, que se limita a oír -que no escuchar- las vivencias, los recuerdos, los episodios, las inquietudes, las reflexiones interiores, cavilaciones varias del escritor, sin pronunciar palabra alguna a lo largo de la representación. Es un monólogo. Conforme avanza su discurso, uno confunde si estamos ante Cervantes o Don Quijote. Es más acertado decir que ante ambos…
El escritor muestra su gran imaginación para contar historias. En este caso, el relato de su propia vida, repleta de grandes aventuras… Porque Cervantes además de novelista fue contable, poeta, dramaturgo y… hasta soldado. Y no uno cualquiera. Pertenecía nada más y nada menos que a los Tercios, que era lo más parecido a una Legión romana.
Participó en la famosa Batalla de Lepanto, donde fue herido en la mano izquierda; un trozo de plomo le seccionó un nervio. Tras ese episodio fue conocido como el ‘manco de Lepanto’, pero en realidad era un tullido. Cervantes muestra su orgullo de haber participado en aquella épica batalla contra los turcos, donde la armada española se hizo con una victoria histórica y con la que se frenó la expansión turca por el Mediterráneo occidental. “La más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”, escribió en el prólogo de la segunda parte de Don Quijote.
También recuerda Cervantes su cautiverio en la cárcel de Argel, donde fue trasladado desde lo que hoy es la Costa Brava, cuando regresaba a España procedente de Nápoles. Una flotilla turca lo retuvo al hallarle cartas de recomendación de Juan de Austria, por lo que dedujeron que podía ser un personaje importante e influyente en la corte española. Estuvo retenido cinco años y pidieron por él una recompensa de 500 escudos de oro por su libertad. Cervantes, un soldado fuerte y un hombre poco acomodaticio, intentó escapar y planeó él mismo su fuga hasta en cuatro ocasiones. En la ciudad norteafricana fue adjudicado como esclavo a un renegado griego. Durante su encarcelamiento escribió dos comedias: ‘Los tratos de Argel’ y ‘Los baños de Argel, y un relato conocido como ‘Historia de un cautivo’, que fue insertada entre los capítulos 39 y 41 de la primera parte del Quijote. Otra referencia.
Cervantes fue un hombre de mundo y así nos lo hace ver… Y admirador de sus rivales dentro del teatro de la época, como Lope de Rueda o Lope de Vega, a los que menciona admirado en sus recuerdos… Donde también aparece ‘La Galatea’, su primera obra literaria en volumen y trascendencia, escrita entre 1581 y 1583, tan sólo cuatro años antes de llegar por primera vez a Andalucía, como comisario de la Armada Invencible. Durante el cargo y en sus viajes al sur, recorre Toledo y La Mancha (actual Ciudad Real). Sus aventuras no tienen fin. Hasta que en 1597 acaba en la Cárcel Real de Sevilla, ciudad a la que llega 9 años antes. Tras trabajar recogiendo aceituna, trigo y cebada como comisario de abastos de los barcos reales, pasa a ejercer como recaudador de impuestos, un trabajo que le acarrea numerosos problemas. Y aquí es cuando llega la hora de la verdad, la de Cervantes. Su confesión ante un Diego que permanece al margen de las aventuras y desventuras de su peculiar compañero de celda. Miguel de Cervantes admite que se quedó con dinero público en la recaudación de impuestos. Acusa al banquero al que confiaba los fondos, de engañarle. Pero tras la quiebra del banco, descubren a Cervantes irregularidades en los cuadernos donde llevaba la contabilidad. Y acaba en prisión.
La representación de ‘La otra mano de Cervantes’ de Producciones La Fundición y con la dirección de Pedro Álvarez-Ossorio, nos muestra al Cervantes que comenzó a escribir la obra más universal de la literatura española, en la cárcel sevillana. Pero nos presenta también al hombre que vive entre la realidad y la imaginación; que lucha contra sus propios molinos de viento. Que vive y sueña al mismo tiempo. Fue tan personaje como el protagonista de su hidalgo de caballerías. Sentado en el patio de butacas, uno ve lo que muchos piensan y han postulado: ¿Quién mejor que Cervantes para ser Don Quijote?
Texto: Fernando Chacón