SEFF 2016
Crónica 5. Juan Antonio Hidalgo
Día intenso el de ayer, cuando llegamo a la mitad de este SEFF. Tres películas de la Sección Oficial, dos de Las Nuevas Olas y una de la Selección EFA. Seis en total. Seis. Así que, al grano.
‘Comencemos por el concurso. Dirigida por el gallego, aunque nacido en París, Oliver Laxe, Mimosas se desarrolla en las montañas del Atlas marroquí, donde una caravana lucha por llevar a una moribindo jeque a su ciudad natal. Pero el anciano muere en el camino, y se hace cargo de la expedición Ahmed, un mercenario que se había infiltrado para robar al fallecido. Mientras, otra caravana (esta vez de taxis) se dirige al lugar, para llevar a Shakib, un iluminado con una particular fe, a ayudar a Ahmed.
Laxe crea imágenes de gran belleza: el decorado natural se presta a ello, claro; también tiene un punto fuerte en la utilización de un contador de historias, elemento que puede dar o muy buenos resultados, o acarrear terribles consecuencias. Y aquí no queda del todo claro si estamos ante una u otra opción, con un final algo críptico.
En Ma Loute, Bruno Dumont nos presenta una película desconcertante, viendo su trayectoria cinematográfica anterior, aunque algo menos si tenemos en cuenta la miniserie P’tit Quinquin (2014). La acción se sitúa en 1910, cuando un grupo de personas de la alta sociedad (con genes en horas bajas tras varias generaciones actuando de modo endogámico) se reune en una población de veraneo de la costa norte de Francia. Cuando empiezan a desaparecer uno a uno, la policía (que tampoco es que tenga demasiadas luces) tiene como sospechosos a la familia Brufort (que son, en secreto, caníbales).
El tono es claramente bufonesco, muy cercano sobrepasando lo burlesco. Por momentos recuerda a Tati; los investigadores, a Oliver y Hardy, a un desquiciado Hercules Poirot. Y la excesiva y surrealista historia, los extravagantes personajes (jamás se había visto a una Juliette Binoche tan pasada de rosca), es ciertamente divertida, provocando carcajadas. Pero solo la primera vez que aparece la situación en concreto. Si acaso la segunda. A la tercera ya solo esbozas una sonrisa. A la sexta, ya cansa. Y a la vigésima, ya te cabreas.
Ahí está el inmenso error de Dumont, en alargar la trama hasta lo insufrible, más allá de las dos horas, cuando con unos escasos ochenta minutos hubiese obtenido un resultado mucho más aceptable.
Whit Stillman, que comenzó su carrera en el cine en España, trabajando para Fernando Trueba, presenta su quinta película como director, esta Amor y amistad que reune de nuevo a Kate Beckinsale (foto de portada) y Chlöe Sevigny (que ya trabajaron con el director en The last days of disco, hace casi veinte años). Es esta, quizás, la adaptación más fresca y divertida de la obra de Jane Austen. En ella, una joven viuda Lady Susan Vernon, con sus tejemanejes, de acallar los rumores que sobre ella circulan, mientras busca un marido para su hija, Federica, contra las intenciones de esta.
El guión es una delicia, la presentación de los personajes es brillante, el modo en el que entran y salen, en ese laberinto de salas y pasillos, recuerda en ocasiones a la screwball comedy. El reparto brilla en una historia que se ve con mucha facilidad, a pesar de lo enrevesado de algunas relaciones y la metralleta verbal de muchos de ellos.
Retrato de una época, estamos ante una comedia costumbrista con elaboradas filigranas, pero también ante el retrato de una mujer manipuladora (que no se entienda esto como algo negativo) y diabólicamente inteligente. Brillante Kate Beckinsale.
Ya en Las Nuevas Olas, The Challenge es uno de esos documentales de nueva hornada en los que no termino de entar. Esos que muestran imágenes, secuancias, pero en los que nada se cuenta ni se explica, en los que ni siquiera se nos situa en un lugar concreto.
Al parecer, estamos en algún lugar de la península arábiga (las vestimentas, los escenarios, invitan a pensar en ello). Allí, en medio del desierto, un grupo de jeques extremadamente millonarios (hay tronos de oro, Lamborghinis donde viajan con leopardos como mascotas…), se celebra un concurso de cetrería, con halcones que cazan palomas que se sueltan para la ocasión.
Con diferencia, lo mejor de la cinta (afortunadamente de menos de 70 minutos) es la secuencia con la que se cierra, una cámara subjetiva en el halcón en pleno vuelo, mientras persigue incansable a la paloma, hasta que la captura.
The dreamed ones pone la nota artística al día. Del mismo modo que, hace tres años lo hiciera Shirley: Visiones de una realidad, basándose exclusivamente (o casi) en la obra pictórica de Edward Hopper, en esta ocasión The dreamed ones (curioso que las dos cintas mencionadas sean austriacas) se centra en la correspondencia amorosa que durante años mantuvieron los poetas Ingeborg Bachmann y Paul Celan.
En la película, Anja Plaschg y Laurence Rupp leen y graban en un estudio vienes las cartas. La relación que duró treinta años transcurre en una sola tarde, entre pausas para fumarse un cigarro, toman un café, mientras se cuela en la vida de los dos jóvenes en el presente.
Reconozco que elegí la película únicamente para conocer la faceta interpretativa de Anja, a la que ya seguía en su versión musical, con su proyecto individual Soap & Skin, desde que lo comenzara con dieciséis años. La elección ha merecido la pena, para descubrir las hermosas (o dolorosas) palabras que Bachmann y Celan intercambiaron.
Por último, la danesa A war con la que Tobias Lindholm regresa al SEFF, años después de A hijacking. En este drama bélico(que fue nominada a los Oscar como mejor película de habla no inglesa), se plantea el tema de los conflictos éticos en tiempos de guerra.
Un comandante del ejército danés es enjuiciado por haber ordenado el bombardeo de un enclave civil, después de que su batallón se haya visto metido en un tiroteo procedente de allí. Con algunas escenas duras, lo mejor de todo es que provoca discusiones a la salida, enfrentamiento de opiniones sobre la legalidad, licitud, de las actuaciones juzgadas. Mucho más que las secuencias de acción.