Día de las librerías
Hoy viernes 13, sin supersticiones, se celebra el Día de las Librerías. Con el paso de los años y, sobre todo, con la irrupción de la era digital, estos espacios han dejado de tener el protagonismo de antaño. Sin embargo, en Sevilla podemos encontrar muchas librerías independientes, que luchan cada día por tener, valga la redundancia, su espacio. A ello ha contribuido notablemente su conversión en lugares donde además de comprar libros, se organizan numerosas actividades culturales. La escritora Silvia G. Coillard (Flores para las ánimas) a la que ya entrevistamos en Las 2 Sevillas, ha querido colaborar con la siguiente reflexión. Y le damos las gracias.
Los nuevos tiempos y tecnologías conllevan la evolución del mundo y, como no, de las artes. Cambian las tendencias, los estilos, las modas….Lo hacen a un ritmo de vértigo. Y la literatura no es ninguna excepción.
Así, en el último par de décadas, nos hemos habituado al fenómeno del bestseller navideño, lo que viene siendo en música, el éxito del verano. Y, en vez del Quijote, en las estanterías de cualquier hogar encontramos las epopeyas sexuales del Señor Grey o la autobiografía de la Sra. Esteban. Pero para gusto, los colores. Y por suerte, la literatura nos da mucho juego y muchos géneros. Cultura o no, el mundo se llena de lectores.
En cuanto al libro en sí mismo, también ha evolucionado: memoria virtual en vez de tinta. E book por papel. Una guerra sin cuartel en la que se han mantenido ambos formatos. Por suerte para muchos, entre los que me encuentro yo misma, el libro clásico sobrevive y, con él, las librerías. Librerías. ¿Qué ha sido de ellas en esta transformación? Tampoco ellas han estado libres de cambios. En absoluto. Inicialmente y durante demasiado tiempo, las grandes superficies comerciales y cadenas franquiciadas, absorbieron gran parte del panorama. Podía decirse que los lectores rendían su espíritu a estos gigantes desalmados, para los que sólo existían las editoriales consumadas y los productos comerciales literarios. Una vez en sus entrañas, la mayoría de vendedores, bien podían estar ofertando libros o jamones. Daba lo mismo: un negocio ya sin alma ni abecedario. Reconozco que, por entonces tuve suerte, y encontré a algunos que eran aficionados a la literatura, y que supieron brindarme buenos consejos. Pero aquello resultaba una excepción.
Para más Inri, surgieron las librerías on line, en las que la única información y consejo acerca del libro, venía a través de las opiniones de otros lectores. ¿Dónde quedaba pues la figura del librero, ese cómplice en nuestra búsqueda de aventuras, amor o asesinatos? ¿Y qué hay de las novelas de editoriales emergentes? Sólo podíamos rendirnos a la evidencia y seguir el camino hacia el redil de lo comercial. Sin embargo, no todo estaba perdido. Los herederos de aquellos libreros de antaño, esos mercaderes de sueños que habitaban entre manuscritos, han dado un paso al frente y recreado o rehabilitado espacios independientes y exclusivos: las actualmente denominadas como Librerías independientes. Para ser sincera, yo las calificaría como Librerías con Encanto, haciéndome eco del término turístico de Hoteles con Encanto, puede que por deformación profesional. Pero considero que la definición es más certera. Más justa. El punto clave de estas librerías es que generan una experiencia en sí mismas, tanto sensorial como social. En su interior descubriremos que todo es posible. Algunas de ellas se nutren en exclusiva de obras procedentes de nuevas editoriales. Otras se especializan en algún tipo de formato o géneros, incluso de temática. Y en otras, cohabitan los bestsellers con las obras de promesas desconocidas. Los géneros y temáticas de moda, con las más obsoletos, sólo para nostálgicos, edición de tapa dura. Y codo con codo, las novelas de editoriales alternativas con los premios Planeta. Hasta nos toparemos con obras de literatura experimental. ¿Se puede pedir más?
Las librerías independientes nunca tuvieron que responder a las reglas de los mercados públicos. Eso les proporciona un público propio, fidelizado más si cabe por la figura del librero que antes comentábamos.
¿Y qué es de Sevilla en cuanto a esa regeneración? Le otorgo esa denominación porque no se me ocurre sino alabar semejante proceso evolutivo (o involutivo, según se mire). Pues bien, la capital hispalense es afortunada por contar a día de hoy con esta suerte de espacios, que van resurgiendo cada día y tejiendo un entramado de librerías imprescindibles . A este respecto, nombraremos al Gusanito Lector, en la calle Feria. Sencillamente encantadora, incluso a simple vista. Coqueta. La Extravagante, en la Alameda de Hércules, ambientada en temática viajera y decorada en base a la misma, pero que cuenta también con otro tipo de literatura, incluido los cómics. Y que también funciona como espacio cultural, donde se organizan numerosas actividades. Enfrente, nos aparece El Viajero Sedentario. Aquí, además de leer o llevarte tu portátil, puedes tomarte un buen café y ver alguna que otra exposición. La Fuga, que se califica a sí misma como librería y a la vez plataforma de encuentro y acción social. Centrada en poesía y narrativa, en tebeos, así como en teoría sobre los movimientos sociales, políticos y artísticos. Especies de Espacios, en pleno barrio de Triana, un lugar cálido y acogedor que además cuenta con editorial propia, especializada en poesía. Un Gato en Bicicleta, que reúne junto a su original decoración, excelente trato y exposiciones o eventos en sus salas. ¿Y qué tienen en común estos ejemplos insignes de esta ciudad a parte del fabuloso trato de sus libreros? Alma propia.